31 julio 2009

Creadores de felicidad


Queremos ser mejores, más felices, tener un trabajo más satisfactorio, pulir miles de defectos... queremos ser personas plenas, y muchas veces lo que nos impide llegar a la felicidad no es más que una mala planificación, o simplemente un muro de excusas, la instalación en una comodidad que a veces confundimos con la felicidad.

Para lograr lo que siempre quisimos alcanzar existen unos profesionales especializados en sacar de nosotros “la mejor versión”, en alcanzar eso tan fácil y tan difícil que es la plenitud. Se llaman coaches y practican una disciplina que viene, nada menos, de los lejanos y muy prestigiosos tiempos de Sócrates y Platón. Utilizan el método mayéutico, las preguntas, para desvelar nuestros verdaderos deseos, para abrir el telón de nuestras más brillantes ideas, para hacer lo que siempre quisimos hacer y no nos atrevíamos, a veces porque no lo sabíamos.

El coach, frecuentemente formado en psicología, enseña con sus estrategias que lo que creíamos imposible no lo es, y que el ser humano lleva dentro de sí un tesoro del que apenas conoce unas cuantas joyas.

Una sesión de coaching –con una periodicidad variable según los profesionales- consiste en un doble proceso: se centra en el presente para lograr resultados en el futuro. El presente sirve también para evaluar las tareas ya comprometidas; el futuro significa fijar nuevas tareas, nuevos pasos. En el “pupilo” hay un gran compromiso para cumplir con sus obligaciones, fundamentales para alcanzar los objetivos.

Un coach no es un consultor, no es un maestro ni un mentor, tampoco un psicólogo, no es un amigo... No da lecciones, no asesora, no enseña en el sentido que la gente entiende por enseñar. Un coach acompaña en un proceso, lo anima, lo hace vibrar, da ideas que no son suyas, sino que vienen del “pupilo”, en un continuo proceso de “dar a luz”. Se trata de un paulatino y mutuo crecimiento personal...

Hay muchos tipos de coaching: personal, de empresa... y existen varias escuelas o tendencias, como el coaching americano -más centrado en la acción y en la competitividad-, el latinoamericano –llamado “ontológico”, basado en el lenguaje-, el europeo... Todos bucean en distintos campos y están orientados a distintos objetivos concretos, pero la idea madre está clara: ayudar a la gente a alcanzar lo que siempre quiso ser o hacer; hacer muy real y palpable la idea de “felicidad”.

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