Cuando mi hijo tenía seis años me preguntó para qué se vive. Era una pregunta compleja para un niño de su edad. Tardé varias semanas en encontrar una respuesta adecuada. Le dije que vivimos para dejar el mundo en mejores condiciones de las que lo hemos encontrado.
Durante la adolescencia me volvió a formular el mismo interrogante, esta vez vinculado a su futuro universitario. Le di la misma respuesta: independientemente de sus estudios, debía conducir su vida de modo que marcara una diferencia. Esto me llevó a preguntar sobre mi propia aportación, así como las actitudes corporativas marcadas por una fuerte competitividad y orientación material.
La palabra clave es riqueza, aquello que nos permite tener acceso a una determinada calidad de vida. A menudo, decimos que la riqueza supone poseer talento, tener un buen carácter o, simplemente, buena suerte. Sin embargo, la definición del diccionario enfatiza que se trata de «gran cantidad de dinero acumulado». Por lo tanto, la definición habitual consiste en la cantidad de bienes materiales que se poseen.
Como contrapartida, el capital espiritual consiste en aquello que enriquece los aspectos más profundos de nuestra vida. Se trata de los vinculados a valores universales y profundos, a motivaciones elevadas que influyen en nuestra vida y trabajo. A partir de este uso, la palabra espiritual tiene poca relación con la religión o cualquier otro sistema de creencias. El capital espiritual consiste en las creencias de una organización vinculadas a la visión y misión. En suma, a su responsabilidad social.
Muchas vidas se desarrollan en un desierto espiritual, caracterizado por la falta de compromiso y significado. La sociedad postmoderna está marcada por un exceso de velocidad, condicionada por el ritmo de las nuevas tecnologías, inhibiendo el pensamiento y dejando que las cosas simplemente ocurran. Zygmunt Bauman denomina a este fenómeno «sociedad líquida», aludiendo a su falta de consistencia.
Es como si la famosa pirámide de Maslow estuviera al revés. En las sociedades occidentales, avanzadas la mayoría de las personas tenemos nuestras necesidades básicas cubiertas, pero no podemos decir lo mismo de las superiores. Maslow observó la profunda crisis de significado de la sociedad moderna.
Cabría preguntarse si existe otra manera de hacer las cosas. Quienes enarbolan la bandera de la responsabilidad social piensan en una actitud de servicio por parte de las organizaciones. Existen líderes que se animan a mirar por la ventana y, además de satisfacer a sus accionistas, sirven a la comunidad y tratan de mejorar el planeta.
No basta con hacer pequeñas mejoras. Se requiere todo un cambio del paradigma empresarial y reflexionar sobre la manera en que se pueden gestionar los sistemas de un modo inteligente. Algunas empresas ya han puesto en marcha iniciativas de capital espiritual sin incrementar sus costes, sólo poniendo sus infraestructuras a disposición de la mejora social.
Mohamed Yunnus, premio Nóbel de la Paz, creó la banca de los pobres. Coca Cola puso a disposición del gobierno hindú su red de distribución para repartir la vacuna de la poliomielitis en la India rural. No supuso un gasto extra pero sí una mejora importante para el sistema sanitario.
British Petroleum adoptó un lema que reza: «Más allá del petróleo». Invirtió grandes cantidades de dinero para desarrollar energías alternativas y reducir los daños de ciertos carburantes. Starbucks potencia a los cultivadores de café, a quienes paga por encima de la media además de invertir su rentabilidad en hospitales y escuelas. En nuestro país, Merck Sharp and Dohme premia las investigaciones sobre cuestiones éticas, Acciona trabaja a favor del medio ambiente y Mapfre subvenciona a niños en países en vías de desarrollo.
El término «espiritual» proviene del latín y significa «aquello que proporciona vitalidad a un sistema». En suma, añadir el capital espiritual al social condicionará la mejora de nuestro entorno. Volviendo a la pregunta formulada por mi hijo, esto permitirá que tanto personas como organizaciones «marquen una diferencia».
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