¿Su consultor practica lo que predica?
El cuento que presentamos hoy está inspirado libremente en una parte del Romance de los Tres Reinos, una de las obras literarias chinas más importantes de su literatura. Escrita en el siglo III a.C. en su primera formulación, mezcla capítulos reales de la historia de China con otros fantásticos, llenos de guerra, amor, tensión, inteligencia y acción.
“Liu Qi era uno de los hijos de Liu Bao. Cuando éste falleció de vejez poco después de iniciar la guerra con Cao Cao, Liu Qi no aceptó la rendición incondicional de su hermano mayor y siguió luchando con todo su coraje.
Sin saber cómo reaccionar, Liu Qi contrató los servicios de un famoso general llamado Liu Bei. Liu Bei era reconocido en toda China por las campañas que había dirigido con éxito. Sus servicios eran casi tan caros como su renombre, pero se preciaba de que siempre había trabajado para los señores más poderosos.
Liu Bei rápidamente identificó los errores que Liu Qi había cometido en su posicionamiento estratégico. Le dijo dónde tenía que levantar castillos y qué murallas había que proteger. Replicando lo que había hecho en cien batallas, situó los jinetes, arqueros y guerreros de Liu Qi en el combate. Les instruyó sobre cómo almacenar en sus graneros, recoger su arroz, limpiar su casa y proteger su renombre.
Al principio, las fuerzas de Liu Qi, aconsejadas por Liu Bei comenzaron a retomar el terreno perdido. Liu Qi no cabía en sí de alegría. Abrazaba a su general y le elogiaba delante de sus amigos y familiares. Por las noches, lejos de Liu Qi, Liu Bei festejaba sus victorias y hablaba de grandes hazañas y prometedores futuros en los que doblegarían a Cao Cao.
Al poco, pequeñas contingencias comenzaron a hacerse más y más frecuentes. Un día se retrasaba la llegada del arroz al castillo, otro día no había agua suficiente, otro más, las vacas se morían al parir. Al principio Liu Qi pensó que era cosa de magia, que Cao Cao estaba conjurándose con onis y nagas para producirle estos males. Pero el día que un incendio declarado no se pudo apagar con suficiente rapidez, comenzó a preguntarse si no estaría pasando algo en su propio reino. Las batallas de Liu Bei ya no ofrecían los resultados esperados, y la situación en casa comenzaba a palidecer aún más.
Acuciado por las dificultades, se dirigió entonces a su vecino, el sabio rey Sun Quan. Sun Quan llevaba mucho tiempo gobernando el pacífico reino del sur con el cariño de sus súbditos y la complicidad y el entendimiento de sus vecinos. Cuando se encontró cara a cara con él, Sun Quan le preguntó: “¿Qué te gustaría estar a ti haciendo dentro de cinco años?” y “¿Cómo reconocerán los demás que has logrado tu objetivo?”. Y después del largo viaje para ver a su vecino, Sun Quan no le dijo más y se volvió a su reino.
De ese modo Liu Qi se dio cuenta de que al obedecer ciegamente las recomendaciones de Liu Bei, éste había dejado su castillo sin personas que lo guarnecieran y mantuvieran, y que esta era causa de los problemas. Del mismo modo descubrió que cada batalla que luchaba Liu Bei era un desafío que el general utilizaba para medirse a sí mismo: nunca habría vencido suficiente. El objetivo de Liu Bei era la gloria y la riqueza. El objetivo de Liu Qi siempre había sido otro: vivir en paz en el reino que su padre dejó.
Cuando por fin Liu Qi le preguntó a Sun Quan cómo era posible que Liu Bei no hubiese tenido su propio reino, el sabio le respondió: “la paz puede enseñar paz, pero la guerra no puede enseñar paz; escucha lo que Liu Bei dice, pero cree de él sólo lo que hace”.
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