09 septiembre 2012

Construyendo un equipo de alto rendimiento en una Europa idiota

I. Construyendo un equipo de alto rendimiento en una coyuntura de crisis

España tiene muchas carencias todavía para llegar a ser una potencia económica de primer orden. Todos lo padecemos, pero no atinamos con la senda para empezar a corregirlas de forma general y efectiva porque no nos ponemos de acuerdo en cuáles son, aunque las tenemos delante de nuestras narices. Vivimos en un país paradójico, con unas pocas empresas y organismos públicos que están funcionado de manera excelente en esta coyuntura de crisis, mientras las demás se siguen desmoronando de forma paulatina. Perder el tiempo en buscar culpables o en esperar ayudas que no llegan no nos mejora, al contrario, nos confunde y nos desmotiva. Sólo lo conseguiremos a medio plazo y si somos capaces de dar con nuestras propias soluciones para lograr –no recuperar, porque como país nunca la hemos conseguido en estos dos últimos siglos- una competitividad sostenible en el escenario presente.

La economía mundial es un inmenso hervidero en el que es preciso plantear enfoques y alianzas que verdaderamente sirvan para encontrar las respuestas que España como potencia económica necesita. De lo contrario, un país con sólo 45 millones de habitantes, nunca podrá lograrlo. Por eso es indeclinable seguir apostando por enfocar y resolver sus carencias desde Europa. Ahí es donde se juega primordialmente la gran política que afecta a los intereses españoles en el mundo para bien o para mal. Talento asociativo y global.


José Antonio Marina define el talento como la inteligencia triunfante frente a la inteligencia fracasada y señala el único camino para lograrla: la educación. “No hay niños mal educados sino faltos de educación” es el vértice del ideario de un gran colegio español. Tampoco hay adultos con inteligencia fracasada, sino faltos de inteligencia triunfante. Fernando Savater –el otro gran educador- remacha: “No hay educación si no hay verdad que transmitir, si todo es más o menos verdad, si cada cual tiene su verdad igualmente respetable y no se puede decidir racionalmente entre tanta diversidad”.

Los profesionales jugamos a un juego algo diferente al escolar, centrado exclusivamente en desarrollar al estudiante. Se trata de un juego más complejo porque se basa en la competición, pero no siempre considera ganadores a los que se esfuerzan en aprender, y porque el desarrollo individual es condición necesaria pero no suficiente. En eso –y no en mucho más- la actividad profesional se asemeja al deporte de competición por equipos. Por ejemplo, en una liga anual por ventas, uno gana y los demás pierden. Al final de cada ejercicio quedan campeones quienes mayores ventas obtuvieron. Además, los players de un año procuran fortalecerse y suelen aumentar en número en la competición del año siguiente. Esta es la grandeza y la miseria del mercado, la gran liga por la que las organizaciones compiten y que permite que otras ligas menores surjan, sobre todo en tiempos de bonanza económica.

La competitividad de las organizaciones y de los países la consiguen las personas que la componen y sobre todo sus dirigentes. Ellos son las que toman las decisiones trascendentales sobre quien participa en el equipo y sobre como plantear cada proyecto y cada inversión. Es fundamental1 su visión, su preparación, su flexibilidad, su perspicacia, su adaptabilidad, su compromiso, su orgullo de pertenencia, su credo en el proyecto y, sobre todo, su alto rendimiento como equipo. Existe por tanto una inteligencia triunfante individual –liderazgo personal- y una inteligencia triunfante colectiva, como equipo.

Tener un gran diseñador, un gran vendedor, un gran directivo en un equipo mediocre no bastará para sobrevivir en tiempos de escasez, ni para crecer de manera sostenible en etapas de bonanza. El gran reto de cada Entidad consiste en conseguir que todas las personas que la componen tengan una inteligencia triunfante y en combinarlas hasta lograr su alto rendimiento (la inteligencia triunfante colectiva) Por su parte, los dirigentes de las Entidades (Instituciones, empresas u otras organizaciones) deben entender que no hay Bálsamo de Fierabrás capaz de mejorar a un profesional de un sorbo, y que la desconfianza de un dirigente en un profesional es el cáncer de las organizaciones. La confianza es el valor sobresaliente de los grandes equipos, mientras la desconfianza es el parásito que mina la autoconfianza, uno de los dos puntales de la actitud triunfante –el otro es la empatía-.

Decíamos al principio que las verdaderas soluciones están delante de nuestras narices y así es: competitividad - inteligencia triunfante – confianza – empatía. España como organización de organizaciones necesita recuperar la autoconfianza y la autoestima de sus profesionales para que éstos encaucen su inteligencia triunfante hacia la competitividad sostenible. También necesita recuperar la confianza mayoritaria en la honradez y en la competencia de sus líderes políticos. Ya hemos comprobado que los atajos y los pelotazos sólo sirven para fantasear en el corto plazo y padecer sus estragos durante generaciones probablemente.

La paradoja de esta crisis estriba en constatar que nunca en la historia de España hubo tal cantidad de inteligencias triunfantes como en la actualidad –no se puede decir lo mismo respecto a su calidad- aunque no es ni mucho menos suficiente para competir en el mercado globalizado, ni las logradas se conservarán en el mismo estado sin entrenamiento constante –aprendiendo toda la vida-.

La inteligencia triunfante colectiva de una Entidad es aquella que la dota de un alto rendimiento sostenible también en los ciclos de crisis, no sólo a través de los logros individuales de sus profesionales sino también mediante la contribución de cada uno a la mejora del resto. Marina enseña a sus alumnos comparando el éxito de la inteligencia al de una partida de poker: “es importante tener buenas cartas, pero las partidas las ganan los que mejor saben jugarlas” ¿Se aplicarán las Entidades españolas a desarrollar liderazgos personales triunfantes en sus profesionales que cicatricen las secuelas de la crisis o se limitarán a gestionar su cierre o a contabilizar el lucro cesante de su bajo rendimiento culpando al mundo de su fracaso?

II. Europa egoísta pero no idiota

¿Enfocará España sus esfuerzos con Europa en negociar sin desánimo el desarrollo y la integración de su economía, recuperando la confianza en sus políticos a base de que éstos asuman consensuar los pilares de su recuperación, o profundizará y prolongará su fosa manteniendo la desafección en las grandes opciones políticas españolas que son también europeas y aupando populismos simplones de promesas quiméricas que nos hagan descarrilar del proyecto común?

Es importante y urgente mejorar de manera radical la calidad de la democracia española, empezando por el funcionamiento de sus dos principales partidos políticos, por la competitividad de sus pymes, por el redimensionamiento del sector público y por la urgencia en embridar la corrupción y aumentar la transparencia.

Sin embargo, no se puede soslayar que la posición de Europa en esta etapa de crisis, si bien acierta en no mutualizar los errores soberanos de los estados miembros, adolece de un tufillo insolidario que atenta contra su gran ideal de unión. Nada hay más alejado de una esperanza de futuro sugerente común que constatar su alejamiento del sueño de la sociedad abierta propugnado por Karl Popper, catapultado por “una combinación de crisis soberana, de crisis bancaria, divergencia competitiva y de una crisis política en la que cada país trata de protegerse a sí mismo y no piensa en los otros” (George Soros); que sin una autoridad fiscal común dotada de fondos suficientes que reparta los sacrificios entre países centrales y periféricos, ningún país empezando por Alemania, sumida en sus propias necesidades derivadas de la unificación y de la quiebra de Leman Brothers, va a aceptar empeorar un poco más su calidad de vida para salvarnos a todos.

Cualquier país prefiere entonces fortalecer sus propias empresas respecto a las del resto. No ayudará a éstas con parte de los beneficios que les reportan las propias, a fomentar una competencia empresarial en otros países que ponga en riesgo su hegemonía –la visita de Merkel a España, este jueves, acompañada por la Confederación Empresarial y las Cámaras de Comercio alemanas son un ejemplo-

Sin embargo, ahí sigue incólume el recordatorio de los grandes filósofos atenienses rescatado por Fernando Savater “Idiota: del griego idiotés, utilizado para referirse a quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás”. Veremos.


Eurotalent

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