30 julio 2010

Cine de gestión: crisis de liderazgo y vampiros emocionales

CRISIS DE LIDERAZGO

El denominador común del cine de Sir Ridley Scott (una veintena de películas en los últimos 35 años, entre ellas clásicos como Alien, Blade Runner, Thelma y Louise o Gladiator) es la creación de “mundos completos”. En el espacio, en el mar (Tormenta blanca), en el ejército (La teniente O’Neil), en el descubrimiento de América (1492), en Oriente Medio (Red de Mentiras), en el Harlem negro (American ganster), en las cruzadas (El Reino de los Cielos), en un Japón asfixiante (Black rain) o en una sofisticada Florencia (Hannibal). En esta ocasión, su Robin Hood con Russell Crowe y Cate Blanchett nos cuenta el origen de la leyenda del “bandido de los pobres” pero el mundo al que se refiere no tanto el de la Inglaterra de principios del siglo XIII, sino al nuestro. A una crisis de liderazgo.

La película se inicia con la siguiente frase: “En épocas de tiranía e injusticia, cuando la tiranía oprime al pueblo, el forajido ocupa su lugar en la historia”. Forajido en tanto no se beneficia del orden establecido (del desorden, en realidad). Robin Longstride (Russell Crowe) es un arquero del Rey Ricardo Corazón de León al que ha acompañado a las cruzadas y a la conquista de Francia. El rey le reconoce como “un hombre valiente y sincero” (y a su compadre, el Pequeño John, como a una persona “que demuestra respeto por su enemigo”), pero una vez que el rey le ha decepcionado (“ya no le debo ni a Dios ni al hombre ni un momento de servidumbre”), vuelve a Inglaterra. El gobernante al que ha seguido se ha mostrado como un dilapidador y por ello decide abandonarle.

Robin Hood es un gran ejemplo de Liderazgo, puesto que con su espíritu de lucha, rebelde, marca la pauta: “escribiremos nuestro propio destino” y hace equipo con sus compinches arqueros con los que regresa a su país. En la espada que ha de entregar al rey Juan (Juan sin Tierra), puede leer una inscripción que le resulta familiar; “Alzaos una y otra vez hasta que los corderos se vuelvan leones”.

Ya en Inglaterra, Robin Hood se encuentra con un rey caprichoso, que sólo sirve a sus propios intereses, y que no piensa en sus súbditos. Recauda impuestos hasta el extremo y ha dejado escuálida a la población. Su principal apoyo, Lord Godfrey, anima a la confrontación (entre el rey y los nobles) para que Inglaterra pueda ser invadida por los franceses. Sin embargo, Robin Hood considera que “la tiranía conduce al fracaso”, que “un país se construye como una catedral, desde abajo hacia arriba” y que “no hay que rendirse jamás”.

Además, cumpliendo la promesa al moribundo Sir Robert Loxley, Robin conoce a Lady Marian (Cate Blanchett), que es una mujer de nuestro tiempo, luchadora y con ideas propias. El padre del difunto Sir Robert, Sir Walter (Max Von Sydow) es la conciencia del momento: “Los hombres olvidados son muy peligrosos” y “necesitan Liderazgo”. Por ello, “llegada la hora surge el hombre. No es preciso fingir más”.
Con la promesa de firmar la Carta Magna, los nobles rebeldes (y Robin Hood) se unen al Rey Juan para luchar contra el invasor francés y defender la libertad. Entonces tiene lugar la batalla final de la película, un prodigio técnico en las costas inglesas.

Sin embargo, tras el triunfo, Juan sin Tierra no firma el documento (tardará 16 años en hacerlo) y declara a Robin Hood forajido. Robin, lady Marian y sus “hombres felices” se retiran al bosque de Sherwood a ocultarse y desde allí se inicia la leyenda: robar a los ricos para dárselo a los pobres.

Robin es un ejemplo paradigmático de líder porque sabe lo que quiere y hacia dónde va, porque hace equipo (no hay líder sin equipo ni equipo sin líder) y porque infunde energía a los suyos (“la vida ha regresado. Tú se la has devuelto”, le comenta Sir Walter Loxley). Frente a tiranos más o menos “políticamente correctos”, este Robin Hood representa el esfuerzo de la sociedad civil por defender sus derechos.

Una gran película con un poderoso mensaje. Un héroe de todos los tiempos que, en su génesis, se rebeló contra la injusticia y por el bien de sus conciudadanos. Este Robin Hood de Ridley Scott (con excelente guión de Brian Helgeland) es una estupenda historia para que reflexionemos sobre la perversión del poder que no se basa en la autoridad moral sino en la coerción, sobre la necesidad de rebelarnos contra lo injusto y sobre el valor del liderazgo para una organización, para una empresa o para un país.


VAMPIROS EMOCIONALES

En esta difícil cartelera, en la que el Mundial de Sudáfrica complica la aparición de grandes estrenos, se ha colado una comedia española de Álvaro Saénz de Heredia titulada “La venganza de Ira Vamp”. Basada en la obra teatral “The Mystery of Irma Vep”, del británico Charles Ludlam, está protagonizada por Josema Yuste (ex Martes y Trece) y Florentino Fernández, que ya interpretaron la versión teatral hace un par de años.

La historia es la siguiente: Mansión de Mandacrest, en la campiña británica, alrededor de 1910. Lord Winston, un eminente egiptólogo que ha enviudado de lady Ira Vamp, se ha vuelto a casar con la cantante italiana Claretta Castafiore. Frida, el ama de llaves austriaca que dice frases como “Se atormenta una vecina”, le cuenta a Claretta la tragedia que ocurrió en la mansión unos años antes. El polifacético director Álvaro Saénz de Heredia busca que pasemos un buen rato apelando a un tema muy de actualidad: los vampiros (emocionales). Al fin y al cabo, Ira Vamp es Vamp-Ira.

Los “vampiros emocionales”, según el psicólogo Albert Bernstein, no quieren nuestra sangre, sino nuestra energía (y por tanto, nuestro compromiso, que es un multiplicador del talento). No son intrínsecamente malos, sino inmaduros como seres humanos (en consecuencia, no saben distinguir entre bondad y maldad). Son caprichosos, sólo atienden a sus necesidades y carecen de integridad. Hay cinco tipos de vampiros emocionales: antisociales (temerarios, vendemotos y bravucones), histriónicos (falsos, pasivo-agresivos), narcisistas (divos), obsesivo-compulsivos y paranoicos. En general, utilizan el miedo para conseguir la energía que están buscando.

Mientras nos reímos (unos más, otros menos) con las ocurrencias de la pareja formada por Josema y Flo, podemos pensar en cuál es el papel de los vampiros (emocionales) en la gestación y en la duración de esta crisis económica, que en realidad es una crisis de valores. En agosto de 2007, saltó la alarma por las hipotecas subprime que eran la punta del iceberg de los más variados comportamientos chupasangres. La crisis Ninja (prestar a personas sin ingresos, sin activos, sin trabajo) provocó el estallido de la burbuja inmobiliaria, el incremento desmesurado del déficit público y la situación actual de incertidumbre. Tres años después, no acabamos de ver la salida del túnel.

¿Cuál es el papel de los “vampiros emocionales” en esta crisis? Verdaderamente decisivo. Son quienes despertaron la codicia que llevó a un exceso de crédito, quienes han minado la confianza, los que han sembrado el panorama de desesperanza desde los medios de comunicación, la administración pública, las empresas privadas… Son los agoreros, los jefes tóxicos (cuatro de cada diez directivos en nuestro país), los que parecen alegrarse de las malas noticias a nuestro alrededor…

Frente a los “vampiros emocionales” no nos cabe otra que fomentar una actitud positiva. El optimismo, el entusiasmo, la confianza, la empatía nos liberan de esta peligrosa amenaza. Si visualizamos un futuro esperanzador, si nos marcamos retos ilusionantes, si elevamos nuestras capacidades, si aprendemos desde la humildad y saboreamos la vida y si fomentamos la colaboración, nos libraremos de ellos.

El Dr. Bernstein nos recomienda tres técnicas para defendernos de los “vampiros emocionales”:

- El control. Lo tenemos cada uno de nosotros, no los vampiros, que tratan de convencernos que no hay más opción que caer en sus redes. El futuro nos pertenece.

- La conexión. Los vampiros emocionales pretenden el aislamiento. La amistad y mantener los valores son los mejores aliados para evitarlo.

- La valentía. Hemos de enfrentarnos a nuestros miedos. Como ellos utilizan el terror como estrategia, hemos de ser valientes y perseguir nuestros sueños.

En definitiva, para vencer a los “vampiros emocionales” que condicionan nuestras vidas, debemos realizar deliberadamente una docena de actividades que, según la experta en Felicidad Sonja Lyubomirsky, marcan la diferencia:

1. Expresar gratitud
2. Cultivar el optimismo
3. Evitar pensar demasiado y la comparación social
4. Practicar la amabilidad (“la verdadera felicidad consiste en hacer felices a los demás”, Dalai Lama)
5. Cuidar las relaciones sociales
6. Desarrollar estrategias para afrontar (resiliencia, serenidad, aguante)
7. Aprender a perdonar
8. “Fluir” más
9. Saborear las alegrías de la vida
10. Comprometerte con tus objetivos
11. Practicar la religión y la espiritualidad
12. Ocuparte de tu cuerpo y de tu alma: meditar, actividad física, actuar como una persona feliz.

Sentido común, pero no práctica común. Si fuera la práctica más habitual en todos nosotros, la crisis se habría acabado ya.


Eurotalent.
Publicado en Expansión & Empleo, en Junio de 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario