16 abril 2012

Steve Jobs, empresario de éxito


El inconmensurable e invencible Aquiles tenía un punto débil que al descubrirlo su oponente le supuso la muerte y a la patrocinadora de su inmortalidad, la diosa Tetis, el descrédito. Su mito persigue de mil maneras también a los héroes empresariales: es que el fordismo de Ford…; como Jack Welch era tan autoritario, al marcharse…; el taylorismo no funciona...; Bill Gates si no le paran en EE.UU. y Europa quería centralizar toda la navegación de Internet…

El último gran mito empresarial es Steve Jobs, tras su muerte y subsiguiente biografía. ¡Que gran líder! Quién no recuerda su conferencia en la universidad de Stanford en 2009… Sí pero su empeño, devoción y convencimiento que consiguieron cambiar el mundo del ocio, la informática y las comunicaciones, estuvieron teñidos por su capacidad de manipulación, convencimiento, engatusamiento y, en algunos casos, el insulto al que sometía a todos sus colaboradores y competidores con el fin de conseguir su objetivo.

En resumen, lo acontecido en el interregno entre sus dos etapas en Apple ameritan con toda nitidez su liderazgo, pero no todo el monte es orégano.

Esta obsesión por “humanizar” a un ídolo mostrando sus flaquezas no es nueva para mí: un buen amigo “me freía la oreja” hace años repitiendo en cada ocasión que venía a cuento: “Me encantan los Rolling Stones pero nunca aceptaría cenar con Mick Jagger, somos tan distintos”.

Los anteriores ejemplos y tantos otros que podríamos poner desde el ámbito de la publicidad (no confundir con el marketing) nos hacen recordar la acerada sentencia de Rabidranath Tagore “Leemos mal el mundo y luego decimos que nos engaña”.

Gustan juicios como “Jobs, en sus empresas, sometía a la ingeniería en favor del diseño”. No importa que traducido ese juicio venga a significar que hay innumerables tontos en los cinco continentes paseando maquinitas molonas, cual relojes del top manta. La picaresca y el esperpento son dos géneros literarios específicamente españoles.

¿Por qué en España se sigue primando la interpretación basada en “o” y no “y”? ¿Se puede conseguir el éxito hoy logrando por ejemplo la satisfacción del cliente, sin cuidar igualmente la calidad del producto o servicio?

Las reflexiones de adorno son otro pecado que debería reducirse considerablemente. Por ejemplo: ¿no es más indiscutible característica de Apple y digna de ser mencionada para entender el éxito de la empresa, por ejemplo su abdicación a competir por precio para no escatimar en calidad?

La personalización de una obra colectiva como Apple -estamos hablando de la empresa con mayor capitalización bursátil del mundo-, puede tener interés desde el punto de vista de la publicidad pero nunca desde la didáctica. Porque a ese logro hay que acoplar muchos meritorios anónimos, además de Jobs y sus ingenieros que han aportado valor a la marca. Es éste también un mito recurrente en la órbita de los éxitos empresariales que se oye mucho últimamente respecto de Mark Zuckerberg por la salida a bolsa de Facebook. Aparentemente este genio de 28 años de edad, lanzó al estrellato la empresa con tan sólo 23 años, se sentó a negociar con Apple (¿Steve Jobs?) y con Microsoft (¿Bill Gates?), rechazó al primero y vendió al segundo una minúscula participación. En estos cinco años, el mítico rizos, si seguimos la técnica de la personalización, habría contratado a 3.000 colaboradores, comprado y vendido tres sedes en Palo Alto, creado y comercializado su catálogo de productos, negociado y firmado sus acuerdos comerciales y su salida a bolsa con los bancos… todo ello sin necesidad de salir de su dormitorio universitario y, por tanto, sin tener que quitarse las zapatillas.

Algún que otro iluminado en el mundo de las TIC se estimula pensando: “Si Zuckerberg lo ha logrado con esa cara, con sus colegas en la habitación o Bill Gates en un garaje ¿cómo no lo voy a conseguir yo? La organización, la estructura es un gasto terrible, improductivo y que puede quebrar una empresa en tiempos de crisis”. ¿Cuántas empresas no crecen por comulgar con esta creencia? ¿Por qué no cambian creencias por datos y constatan que la práctica totalidad de las empresas que han cerrado en España en estos años de crisis son pymes? ¿Sigue siendo oportuna en la economía global la pregunta de si es mejor ser cabeza de ratón que cola de león?

Steve Jobs, Jack Welch, Bill Gates, Henry Ford, Amancio Ortega, Ramón Areces, fueron grandes empresarios, hijos de su tiempo, con éxitos clamorosos, plasmados en sus respectivos y sostenibles emporios empresariales. Esto es lo relevante, lo relevante para leer el mundo de forma correcta cuando necesitamos ayudar a levantar un país y un continente.

Como no se cansa de repetir nuestro inefable Juan Soto “si en España tuviésemos el doble de grandes empresas se acababa con nuestra crónica singularidad en el volumen de riqueza y desempleo”.


Eurotalent

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