31 octubre 2002

K-19: El hacedor de equipos


Al submarino nuclear K – 19 le bautizaron “The Widowmaker” (el hacedor de viudas), por una concatenación de infortunados sucesos que llevaron a la muerte a más de una decena de operarios y oficiales mientras trabajaban en su montaje en los astilleros. Los causantes de este infortunio no fueron sino los malos materiales empleados y la precipitación, pero los supersticiosos no presagiaban nada bueno cuando además para colmo de males, en su fletadura la botella del bautizo no se rompió contra su casco. La razón dictaba retrasar su precipitada botadura, pero en la Unión Soviética de 1961, en plena Guerra Fría con los Estados Unidos, el buque insignia de la entonces segunda potencia mundial no podía retrasar su misión secreta del control de misiles a lo largo de la costa este americana.

El alto mando del Polit Buró encomendó dicha misión al Capitán Vostrikov (papel interpretado por Harrison Ford) considerándole más capacitado que el Capitán Polenin (Liam Neeson). Este acababa de ser destituido de manera fulminante al autoinculparse de las negligencias previas a la botadura encubriendo así a ciertos miembros de su tripulación, pero solicita al Alto Mando permiso para permanecer a bordo aunque para ello tenga que perder graduación pasando a ser de ese modo, el primer oficial a bordo. Con esta inesperada actitud se gana obviamente todo el favor y la confianza de su tripulación que por contraste, experimenta de inmediato rechazo por su nuevo capitán.

Esta es la trama de la que parte esta excelente película dirigida por Kathryn Bigelow, basada en hechos reales, que nos narra las situaciones límite a las que se enfrentó el K-19 y las tensiones que surgieron entre el capitán y su primer oficial. Con esquema de thriller, nos va desvelando cómo su recién incorporado Capitán consigue ganarse el respeto de la tripulación y hacer de ese grupo de marinos indisciplinados e incompetentes, un equipo de alto rendimiento capaz de conseguir una hazaña de tintes heroicos ante situaciones extremas, “...hay que llegar hasta el límite para saber dónde está el límite” arenga Vostrikov para dejar claras las reglas del juego y definir una estructura al equipo: los distintos simulacros de emergencia a los que somete a la tripulación le sirven al Capitán para descubrir muy a su pesar, la inexistente claridad en los roles y la nula asunción de responsabilidades por parte de los marinos.

No le resultó fácil al capitán la tarea de descubrir las cualidades de los miembros de su tripulación, no sólo por la distancia jerárquica a la que se mantenían, sino porque el primer oficial Polenin mediaba en todo conflicto. No obstante, resultaba difícil ocultar las faltas de compromiso y de integridad, especialmente cuando la desconfianza generalizada resultaba tan patente a todos los niveles: “No es culpa de los hombres sino de ustedes, los Oficiales, el corregir sus deficiencias, porque no han sabido darles valores: si ustedes hacen bien su trabajo, los hombres harán el suyo”. Les dice Vostrikov en una reunión.

Respecto a la procedencia e historial del Capitán, nos encontramos con un personaje sin pasado del que el espectador va adivinando al tiempo que la tripulación a través de los oscuros rumores que circulan sobre él. Poco a poco, el desarrollo de la película nos permite irle perfilando: contemplamos cómo su enorme autocontrol, la casi obsesiva identificación con la misión que le han encomendado y la lucha por la excelencia en los procesos, son los elementos clave que configuran su modelo de liderazgo a través del cual afronta y consigue superar con éxito situaciones extremas. Es pues un personaje en crecimiento, que se va abriendo al espectador hasta despertar admiración al final del film.

Un elemento fundamental en el transcurso de la película es la ausencia de apoyos externos al submarino: los soportes de Moscú se quiebran ante un fallo técnico (la avería de la radio) y el aislamiento conduce a generar sospechas de deserción y entrega del tesoro de la flota soviética al enemigo, lo que aumenta la sensación de agravio hacia el capitán, que ya no cuenta ni con el respaldo de aquellos que lo propusieron para el éxito de la misión.

El punto culminante de la película se alcanza con el cambio radical que se produce en la tripulación cuando ante una situación de alarma en la que el reactor nuclear está a punto de estallar (lo que en aquel momento podría haber supuesto el detonante de la III Guerra Mundial), el capitán desestima como solución la rendición a la cercana flota americana y solicita ayuda voluntaria a su gente para reparar la avería. El aprendizaje surge así de manera espontánea, y las iniciativas individuales generan un auténtico espíritu de equipo que lleva a algunos tripulantes a poner sus vidas en peligro para salvar el submarino y a todos sus compañeros.

Pese a la desconfianza inicial que puede suscitar una película Norteamericana que lleva a la pantalla uno de los episodios más ocultos y vergonzosos de la reciente historia de la Unión Soviética, K - 19 resulta una excelente lección de management de equipos que está por encima del marco temporal y de los caracteres nacionales.

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