30 noviembre 2010

Dueños de nuestro destino



Este artículo está inspirado en una serie de conversaciones que he mantenido estos días con un amigo sobre la película de David Fincher: The social network, gran éxito en taquillas. La historia que relata el film ha despertado en todo el que la conoce, la inquietud, el afán de superación y las ganas por marcarse un reto de similar magnitud. Puede parecer un juego, que divierte y motiva, pero ¿cuál si no es el origen de las ideas? Mi amigo me comentaba su admiración por Mark Zuckerberg, creador de la red social Facebook, todo un personaje créanme. Resulta curioso imaginar que alguien con rasgos de personalidad asocial haya podido crear la mayor red social que existe actualmente en el mundo. ¿Cómo se logra tener una idea genial? ¿Cuál es el proceso para convertirla en realidad? Bien, espero que lo que viene a continuación les sirva de ayuda.
Observar, analizar, detectar, deducir y por último declarar; es lo que se requiere antes de formular cualquier objetivo, o deseo. Dichas fases pueden ser tan largas o cortas en el tiempo, como cada cual decida que sea su capacidad de atención y concentración. Ambos factores están relacionados en una proporción inversa: a mayor concentración, menor tiempo de duración. Por último, es importante recordar que en este caso, y sin que sirva de precedente, el orden de los factores sí altera el producto.

Observar: Una de tantas otras formas de aprendizaje. Hay personas que necesitan primero ver y luego hacer, mientras que otros aprenden haciendo y sus propios errores le sirven como ejemplo para saber actuar la próxima vez. No hay una mejor que otra, las dos son igual de válidas y nos llevan al mismo resultado. Otro aspecto que cabe señalar es la diferencia existente entre “mirar” y “observar”. La primera está exenta de juicios, sólo se ve, sin más; mientras que la segunda es una recogida de información para un posterior proceso de filtrado de la misma.

Analizar: Es el efecto o consecuencia del acto de observar. Cuando analizamos una información lo que hacemos es compararla con nuestro esquema preestablecido. ¿Cómo la consideramos “buena” o “mala”? ¿Entra dentro de lo que es deseable para nosotros? ¿Coincide con el esquema que teníamos formulado previamente sobre lo que queremos, o a dónde pretendemos llegar? 

Detectar: La segunda parte del proceso de análisis. Aquí es donde respondemos a las preguntas previamente formuladas. Pueden ocurrir dos cosas: En caso de que la respuesta sea afirmativa, pasaremos a la siguiente fase, si por el contrario es negativa, desecharemos la información y dejaremos de prestarle atención.

Deducir: Es la parte creativa. Todo lo anterior ha sido la recogida y análisis de la información, y es ahora cuando, con lo que tenemos, creamos ese nuevo proyecto. Tan sólo consiste en idear e imaginar, en este punto estamos centrados en el mundo de las ideas, el proceso de elaboración y materialización vendrá más tarde. Al deducir tratamos de responder lo siguiente: ¿qué es lo que deseo? y ¿cómo ésta información que he recogido me puede ayudar a alcanzarlo? Este proceso es el más importante pues es este punto donde se establece el objetivo.

Declarar: La forma de expresarlo verbalmente. Es el colofón, la guinda del pastel. Podría parecer de escasa importancia, pero no es así. Cualquier persona que sepa lo que quiere, pero no es capaz de declararlo o expresarlo de forma bien definida, empleando para ello las palabras correctas, difícilmente logrará alcanzar su objetivo. El poder de la palabra tiene una importancia vital en todo momento.
Llegados a este punto, debemos pasar a la acción, la cual se hace efectiva si se le añaden dos ingredientes: motivación y concentración. La primera es el motor para funcionar e ir avanzando en el proceso, es la que genera energía, mientras que la concentración la canaliza. 

A menudo, y más si el objetivo es muy a largo plazo, suele surgir cansancio, pereza y la mente se empieza a dispersar, prestando atención a factores secundarios. Con esto no estoy diciendo que sea necesario tan sólo tener un objetivo, de hecho, normalmente trabajamos sobre dos o tres al mismo tiempo, me refiero al hecho de relajarnos en nuestro afán, en nuestra labor, en el avance de ese camino. En este momento todo depende de la forma en la que usted establezca sus prioridades, lo cuál se hace en base al valor atribuido a su objetivo.

Le pondré un ejemplo: supongamos que en su ciudad se va a celebrar una carrera dentro de un mes y usted desea ganarla. Si es corredor profesional probablemente no le resulte un gran esfuerzo entrenar un poco más y lograrlo, el problema viene en el caso de que no esté acostumbrado a hacer deporte y tan sólo lo practique esporádicamente. Si su deseo de ganar la carrera es muy grande, probablemente, durante los próximos treinta días, dedicará la mayor parte del tiempo a entrenar para preparar su cuerpo y así lograr su objetivo. El secreto residirá en el esfuerzo, dedicación, concentración, espíritu positivo y en la visión a largo plazo. El observarse ganando esa maratón y percibir sus emociones tras el éxito le darán fuerzas para continuar en los momentos más duros. La constancia es el último y más importante de los valores que se requieren. Si permitimos que la distracción nos pueda, habremos perdido. El éxito no entiende de cansancio ni de pereza, esto es algo que se reserva para el “no-éxito”, o lo que es lo mismo, la mediocridad en los resultados.

Por último, si al seguir todos estos pasos, no tuviera en cuenta cuáles son los posibles obstáculos que se le presentan, no llegará muy lejos en su empeño. Contamos con ventaja si conocemos las fortalezas, así como las oportunidades de mejora, tanto nuestras como del contexto implicado en la consecución del logro.
Una vez sabido esto, tan sólo me queda decirle: ¡Enhorabuena, prueba superada!


Eurotalent.

No hay comentarios:

Publicar un comentario