30 noviembre 2010

En honor del español



Voy a dirigirles unas palabras y, de orden del señor alcalde, debo decirlas en honor de la palabra, del idioma que como todos los que estamos aquí sabemos, no es solo un arbitrario repertorio de símbolos más o menos codificados. “Hablando se entiende la gente”, se dice, aunque en ocasiones depende de cómo se entiendan esas palabras. También se suele decir que “de la discusión sale la luz”, aunque a veces solo salgan chispas.

“Dios nos ha dado el divino don de la palabra para poder ocultar nuestros sentimientos”, confesó un gran político que además era clérigo hace un par de siglos. No es cierto. Siempre me ha extrañado que alguien prometa algo diciendo que nos da su palabra de honor ¿es que tiene otras menos honorables? Un gran poeta al que cárcel y muerte dieron las Españas, Miguel Hernández, que cumple mañana día 30 de octubre el centenario de su nacimiento, nos trajo con su palabra olor a Fray Luis, a escolástica, al estiércol quemado sobre los montes, también traía un ruiseñor manchado de naranjas. Le dieron muerte al ruiseñor, pero lo dejó dicho en su breve vida que son tristes las palabras, las palabras si el amor no constituyó su causa. Cito literalmente a aquel combatiente “tristes armas si no son las palabras”.

Yo quiero después de rendirle este gustoso homenaje, recordar algunas cosas. Cuando yo era casi joven, casi jovencísimo, le pregunte a Azorín, qué debía hacer. El gran escritor que siempre estuvo al borde del autismo, me miro con sus ojos cansados y perplejos: “el diccionario”. Luego volvió a callarse, también era un maestro del silencio. Pasados unos segundos condescendió a continuar: “lea el diccionario, sobre todo el etimológico. Ábralo al azar”. Le hice caso, siempre he sido muy obediente con mis clásicos por eso me los se. Con vocablos, tienen biografía y pulso y resonancia. Supe que la palabra prestigio viene de engaño, tiene la misma raíz etimológica de prestidigitador y que la palabra considerar fue en principio mirar las estrellas, contemplar el infinito enigma de lo que llamamos espacio sidéreo.

¡Ah, el misterio de las palabras! San Pablo, al que no puedo presumir de haber conocido, dijo: “os será tenida en cuenta toda palabra ociosa”. Ahora con las nuevas y prodigiosas tecnologías es común el reproche de la reducción del leguaje, muy especialmente entre las nuevas generaciones. Pero con el idioma se puede hacer muchas cosas: crucigramas o acercarse a San Juan de la Cruz, aunque sea en vuelo rasante. Cada palabra nos abre una puerta que da a otras muchas, en el lenguaje utilitario que empleamos a todas horas para resolver problemas, problemas cotidianos y razonables. Junto a estas piedras preciosas, hay otras bastante bonitas, todas sirven para comunicarnos y andan en lengua de la gente, la gente esa que las hace o las disfruta y todos las hemos heredado.

Se ha presentado en Toledo anteayer no mas, aquí tenemos a un académico que estuvo allí (se refiere a Juan Luís Cebrián), la Nueva Gramática de la Lengua Española. Dijo Cervantes, aquel soldado que nos enseño a hablar, que “para oír buen castellano hay que darse una vuelta por el Nuevo Mundo” Ahora se ha podido decir con entera justicia que La Mancha es otro puerto del Atlántico, esos sí que han contribuido a tecnologías nuevas. 

Quiero hablar del idioma expansivo, el que se habla en la otra orilla. Alguien me dijo en México, para recordar una cita: “nos vemos entre azul y buenas noches”. También suelen expresar un buen deseo con la expresión: “que te vaya bonito”. El pueblo inventa palabras, el pueblo y los poetas. El cholo peruano César Vallejo, maltratado por la vida dijo: “¡Ay pobre de mí, ay infraganti de mí!” y Pablo Neruda, cuando yo digo Pablo Neruda, no es como cuando la gente, hablando de Lorca dice Federico, no, hablo de mi amigo Pablo Neruda. Pablo Neruda consigue reunir en un solo vocablo hojas caídas y cierto desamparo andariego. Dice Pablo: “Iba yo otoñabundo, no importan demasiado las goteras de la ortografía... ”.

En esta tierra malagueña que es de todos, se habla muy buen idioma se construye muy bien, aunque se confunda el escuchar con el oír y se diga contra más en vez de mientras más. Incluso hay una cierta subversión en los acentos, sobre todo un extraño alboroto en los esdrújulos. En Málaga se dice téxtil en vez de textil y pílpil en vez de pilpil, pero todo el mundo se entiende. De cualquier manera se nota que Don Antonio de Nebrija era andaluz “siempre serán las rosas más importantes que la botánica”.
Terminen estas pobres palabras mías con las de uso más corriente: gracias, gracias por estar aquí y gracias por creer en la palabra.


Manuel Alcántara, poeta, escritor y periodista.
Publicado en la sesión del Club Málaga Valley, el 28 y 29 de Octubre de 2010.

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