31 octubre 2010

Nacidos para triunfar

CoaChing, el entrenamiento del siglo XXI





El éxito no suele llegar por casualidad, de ahí que muchas empresas decidan apostar por el coaching para encaminarse con más determinación hacia él. Esta disciplina, que nació en Estados Unidos a finales de los años ochenta, toma su nombre del verbo inglés c o a c h, que significa entrenar, y basa su método en el logro de metas personales a través del desarrollo de habilidades específicas. “El coaching es un proceso de desarrollo personalizado. La formación y el desarrollo son complementarios, de manera que la formación te da conocimientos y habilidades, y el coaching te de comportamientos, nuevos hábitos”, afirma Juan Carlos Cubeiro, presi- dente de la consultora Eurotalent. Se trata de generar una cultura de desarrollo del talento desde una estrategia integral que tenga en cuenta todos los ámbitos de la empresa. “Este proceso –añade Cubeiro– lo puede hacer una persona externa, que es lo que suele ocurrir en la alta dirección, o lo puede hacer el propio jefe, que es lo que se llama líder como coach. Se trata de capacitar a sus propios colaboradores, como puede hacer un entrenador de fútbol”.

Resultado feliz de un negocio, actuación, etc”. Esta es la definición de éxito según la Real Academia Española. En palabras de Juan Carlos Cubeiro, presidente de la consultora Eurotalent, “es la consecuencia de una utilización correcta del talento individual y del talento colectivo”. Independientemente de las palabras que usemos para describirlo, el éxito es el objetivo que persiguen, en una u otra medida, todas las personas a lo largo de su vida, así como las instituciones y empresas. Para Diego Vicente, profesor de Comportamiento Organizacional de IE Business School, sólo hay una actitud posible para conseguirlo: “Saber qué es lo que quiero e ir a por ello”. En ocasiones el éxito se hace muy evidente, como sucedió el pasado 11 de julio, cuando prácticamente toda España se paralizó para ver la final del Mundial de Fútbol de Sudáfrica que se estaba jugando entre España y Holanda en Johannesburgo. Miles de españoles vibraron cuando, a 4 minutos del final, un gol de Andrés Iniesta convertía a España en Campeona del Mundo por primera vez en la historia. El triunfo de la Selección Española de Fútbol mana de varias fuentes, entre las que destacan el juego impecable y los valores sobre los que se asienta el equipo. Según Juan Carlos Cubeiro, hay dos características funda­ mentales que sustentan los valores de la Roja, “el liderazgo compartido, ya que es un equipo de líderes y los 23 jugadores que estuvieron en Sudáfrica, incluso los que no jugaron, aportaron mucho al equipo en términos de compañerismo. Y el liderazgo del seleccionador, Vicente del Bosque. Un liderazgo sereno, tranquilo y no ofuscado”.

TANTO EL EL DEPORTE, COMO EN LA GESTIÓN EMPRESARIAL O LA MEDICINA, SE DAN PATRONES DE CONDUCTA SIMILARES

Estos valores de compañerismo, humildad o perseverancia, tan arraigados en la Selección, no sólo podemos observarlos en el mundo del deporte, en campos como la gestión empresarial o la medicina se dan patrones de conducta muy similares.

Éxitos médicos
España lleva 18 años siendo líder mundial en el trasplante de órganos y hace unos meses se realizó el primer trasplante total de cara del mundo en el hospital barcelonés Vall d´Hebron. La intervención, un claro ejemplo de trabajo en equipo, duró 24 horas y fue llevada a cabo por un equipo multidisciplinar de más de 30 profesionales, dirigido por Joan Pere Barret, jefe del Servicio de Cirugía Plástica y Quemados del hospital. La coordinación y motivación de tantos profesionales es una de las dificultades añadidas que presenta una operación así. Barret explica las claves para conseguirlo: “El trabajo diario con un objetivo común a largo plazo, la estimulación positiva y los valores individuales de cada miembro del equipo, el liderazgo y la transferencia de optimismo y entusiasmo en la consecución de la labor común”. Deporte, medicina, empresa... Independientemente del ámbito del que estemos hablando, hay un factor que se suele repetir siempre: el trabajo en equipo y el establecimiento de un objetivo común. Como dice Juan Carlos Cubeiro “el trabajo en equipo es absolutamente esencial, y lo que marca la diferencia. Pero hay que tener en cuenta que un equipo no es cualquier grupo humano, un equipo es un grupo que genera sinergias, por lo que los resultados son mayores que los de cada uno por separado”. Para Barret la clave del trabajo en equipo está en “liderar y a la vez fomentar las aptitudes de cada uno de los miembros. Hay que saber escuchar, dar apoyo moral, consejos, y tomar decisiones”. El trabajo en equipo es esencial. De hecho, según un estudio de Avanade, proveedora de servicios tecnológicos para el negocio, el 93% de los ejecutivos españoles señalan que las soluciones de colaboración empresarial en la actualidad son más importantes que la especialización individual para la consecución del éxito. El estudio también señala que los principales motivos de las empresas españolas para adoptar herramientas de colaboración son el aumento de la productividad, ahorro de tiempo y de costes, y habilidad para diferenciarse de la competencia. Las nuevas tecnologías e Internet han traído nuevas herramientas que facilitan el trabajo en equipo y la colaboración empresarial, una tendencia cada vez más habitual en las sociedades actuales. En España, según un informe realizado por Kelton Research, las principales herramientas de colaboración y Social Media a las que tienen acceso los empleados son la mensajería instantánea, las comunidades on-line, los blogs y mircoblogging y las redes sociales. Pero a pesar de la importancia que tiene, el trabajo en equipo no siempre produce los resultados esperados. Diego Vicente considera que el ego de los miembros y la falta de diversidad suelen ser los principales motivos por lo que los equipos fracasan. En este sentido, añade: “Necesito crear equipos con gente diversa y si puedo distintos a mí. Necesito gente en mi equipo que sea capaz de ver cosas que yo no veo”. Esta pluralidad en los puntos de vista de un equipo de trabajo nos conduce directamente a uno de los retos a los que se enfrentan las organizaciones del siglo XXI: la gestión de la diversidad. Sólo en la Unión Europea conviven casi 500 millones de personas, que hablan 23 lenguas oficiales distintas. La pérdida de fronteras, el avance de la tecnología o la incorporación de la mujer al mundo laboral hacen cada vez más habitual que en un mismo entorno de trabajo se mezclen personas de distinto sexo, cada una con su bagaje cultural e idiomático. Si los responsables de la gestión aprovechan esta realidad, la diversidad se presenta como un motor del desarrollo, que hace crecer los niveles de creatividad, innovación y eficacia. La UNESCO no tiene dudas al respecto, y ha declarado la Diversidad Cultural, Patrimonio común de la Humanidad.

Un líder a la cabeza
Desarrollar el talento colectivo de un equipo a partir de sus individualidades es esencial, pero conseguirlo se torna imposible si al frente no hay una persona que sepa dirigirlo. En el deporte, en la empresa o en cualquier otro campo hace un falta un líder. Su función es similar a la de un director de orquesta, cuyo trabajo no es sólo marcar el compás o la entrada de los instrumentos, sino dar unidad y expresividad a todos los miembros para que suenen como uno solo. “Líder autócrata, demócrata, carismático, inspirador... Existen tantos tipos de líderes como personas. El liderazgo es una competencia que se nutre de diferentes factores, internos y externos, y se desarrolla con el tiempo y la experiencia de cada persona”, afirma Iria Vázquez, directora comercial de Adecco Training. Al analizar la situación actual y los retos que plantean las nuevas sociedades inmersas en un mundo globalizado, Diego Vicente considera que las empresas necesitan un líder desarrollador, “esa persona capaz de detectar el talento de su gente y desarrollarlo al máximo”. Por su parte, Iria Vázquez afirma que “el líder del siglo XXI debe ser una persona con capacidad para anticiparse al cambio y pensar de manera global”. La gestión comienza por el líder y por el sistema de trabajo que implemente, pero junto a esta labor hay una serie de valores que no pueden faltar: cocimiento, práctica, experiencia, sentido común y, sobre todo, una clara orientación a las personas. Mantenerse fiel a los principios y no dejarse seducir por la obtención de resultados inmediatos, algo cada vez más habitual en la sociedad actual, es otra de las claves de una buena gestión. “No hay que quedarse en el cortoplacismo, pecado habitual de la mayoría de las compañías. Hay que poner la vista en el futuro, y no obsesionarse por los resultados inmediatos y a cualquier precio”. Asimismo, es básico aprender de los errores sin renunciar a los principios. El camino al éxito se nutre de pequeños pasos que, en palabras de Iria Vázquez, se resumen en “innovación y una apuesta continuada por la gestión del talento, el compromiso y el desarrollo de personas”.


Publicado en Abaco, en Agosto de 2010.

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