31 agosto 2010

Para ser felices, saborear las alegrías de la vida



Duelo estival entre Dreamworks y Disney-Pixar, entre Shrek y Toy Story. El ogro verde, desagradable y encantador de la factoría de Spielberg ya ha estrenado su cuarta (y última) entrega. Los juguetes de Lassiter, el nuevo Walt Disney, lo harán dos semanas después en su tercera parte. 

Shrek, que en alemán significa miedo, está basado en el libro infantil ilustrado de William Steig (1990). Para hacer el personaje, los animadores se basaron en Maurice Tillet (1903-1955), un hombre sumamente inteligente (hablaba 14 idiomas, escribía poemas) que en su juventud desarrolló la acromegalia (aumento desmesurado de la cabeza y de los huesos). Emigró a EE UU como luchador de wrestling y se hizo llamar “el ogro del cuadrilátero”. Era un ser desproporcionado, de sonrisa amigable y mirada cálida.

En esta parodia de los cuentos de hadas podemos fijarnos en dos asuntos clave. Por una parte, Shrek vive una maravillosa existencia con su mujer, sus tres hijos (Farkle, Fergus y Felicia) y sus amigos Asno y Gato. Sin embargo, no se siente feliz porque ya no es el monstruo aterrador que vivía libremente en la ciénaga antes de rescatar a Fiona. Este “lobo domesticado” se compadece de sí mismo por ser una especie de atracción de feria con una vida rutinaria y aburrida. Desea volver, al menos por un día, a los “viejos tiempos”, cuando se comportaba como un ser antisocial e inspiraba terror. “La cabra tira al monte”, dice el refrán popular. El ogro (y con él muchos de nosotros) no valorará esa felicidad hasta que la pierda. Mira que son ganas de frustrar una existencia dichosa. Pero así son los ogros, o al menos los seres humanos.

Por otro lado, para aprovecharse de la situación está el malvado principal de la película, Rumpeltiltskin. Inspirado en un cuento de los hermanos Grimm de 1812, es un ser de apariencia normal pero de intenciones oscuras. Un estafador profesional, un usurero al que le traen al fresco los sentimientos de los demás porque desea sacar partido de ellos prometiendo una falsa felicidad, la material contrato en mano. ¿Nos suena, no? Son los Maddoff y compañía causantes de la actual crisis económico-financiera y de valores. Si los villanos de entregas anteriores de Shrek, como Lord Farquaad (un tirano con complejo de inferioridad), el Hada Madrina y el Príncipe Encantador se muestran como antagonistas poderosos, que luchan a cara (un enemigo a batir), éste parece un ciudadano indefenso, que no ha roto un plato. Rumpeltiltskin (en español llamado en los cuentos “el enano saltarín”) es el símbolo de la era de la codicia, de la burbuja financiera e inmobiliaria, de las hipotecas subprime, de todos los acuerdos con condiciones leoninas por las que muchas personas fantasearon sobre una felicidad material inmediata y disparatada sin atenerse a terribles consecuencias.

Shrek Felices para siempre nos aporta dos grandes lecciones. La importancia de saborear los placeres cotidianos, el aquí y el ahora, para disfrutar de la felicidad, que es, como han demostrado los expertos, no algo que se busca y se encuentra o se deja de encontrar, sino algo que se crea, que se construye, de la que hemos de sentirnos responsables, a partir de “prácticas deliberadas” como el agradecimiento, como poner la consciencia en lo diario (escuchando, mirando, olfateando, palpando, degustando), como una actitud sanamente optimista, como la generosidad con los demás… “La felicidad se hace, no se halla. Brota del interior, no viene de fuera”, nos enseñó Thomas Hardy. A Shrek le han cambiado las emociones, las causantes de su felicidad, y hacia ellas vuelve.

Por otro lado, la clave de todas las comunidades humanas (y especialmente de la sociedad actual) es la Confianza. Rumpeltiltskin es un ejemplo de desalmado que la pervierte en su beneficio. Que unos nos podamos fiar de los otros, que nuestras promesas mutuas sean de calidad, que sintamos que se van a cumplir. Cuando confundimos la incertidumbre propia de la globalización, de las nuevas tecnologías, de las demandas cambiantes, del desarrollo, con la falta de confianza (y, en consecuencia, con la falta de liderazgo) tenemos un serio problema. Cuando Shrek y los suyos actúan juntos, hacen piña, desenmascaran al villano y a sus secuaces las brujas (el miedo) y les destierran (uno no puede evitar recordar la final del Mundial, con La Roja contra un juego sucio y bronco del rival). No deja de ser curioso que el enano saltarín sea el único antagonista de la saga al que Shrek y los suyos no eliminan. Será porque con la codicia no se acaba jamás.

La última frase que Shrek le dice a Fiona, cuando cree que va a desaparecer para siempre, es: “¿Sabes qué ha sido lo mejor de este día? Que he tenido la oportunidad de enamorarme de ti otra vez?” Si fuéramos capaces de enamorarnos una y otra vez de personas y de cosas, en lugar de convertir el amor en rutina y en aburrida convivencia, sin duda seríamos muchos más felices, felices para siempre. Una gran lección del ogro verde y su pandilla.

Eurotalent
Publicado en Expansión y Empleo, en Julio de 2010

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