Al llegar estas fechas es inevitable que las Universidades y otras Instituciones docentes, organicen actos pseudo-académicos con motivo de la clausura del curso docente. Utilizan esta excusa para abrir una ven tana más a la sociedad y participar con las familias y amigos de los alumnos... al tiempo que adornan el final del curso, invitando a un conferenciante para que pronuncie la “última lección” o “lección magistral” que como decía Unamuno “tiña de ciencia y de sapiencia
el insigne acató de adiós a las aulas”.
Este año he tenido el honor de participar en tres clausuras universitarias. En primer lugar en el maravilloso patio herreriano de la Universidad de Alcalá de Henares, un peso que sobrecoge. Mi “última lección del año” fue sobre “La sociedad del Ocio en el Siglo XXI”. En ella intenté descubrir
a los alumnos que se licenciaban, los inminentes cambios sociales que el ocio va a provocar tanto en la creación de unos productos para el mercado como en la ment alización de las personas, como en el desarrollo económico, geográfico y urbanístico. Si el peso del siglo XIX al XX se caracterizó por transformar una sociedad agrícola en otra industrial, no cabe duda de que el tránsito del XX al XXI va a cambiar la so ciedad industrial, por la sociedad del ocio. Ojalá que sepamos hacerlo con menos traumas, menor dolor y menor coste humano que lo realizado en el siglo XX, sin embargo el comienzo ha sido malo “tan malo como para borrarlo de nuestras mentes”. Sólo a Maquiavelo se le podía ocurrir que borráramos de nuestras mentes aquello que
nos atormenta y condiciona.
La segunda clausura en la que participé fue en Santiago de Compostela. En este caso mi “lección magistral” trató sobre “El efecto diversidad” y me adentré en el difícil mundo de las relaciones del hombre y su trabajo y de la empresa y su entorno. La diversidad arranca realmente con la incorporación de la mujer a la vida social activa (que es mucho más profundo que la incorporación de la mujer al trabajo). Este hecho es sin duda una de las grandes características que definían el siglo XX. Nunca antes en la historia, la mujer había participado tan activamente y tan progresivamente. Hoy la diversidad supone la aceptación de toda tentación, ideología, raza, cultura, religión, rango, formación ó deficiencia. Esta aceptación no solo debe materializarse en el mundo laboral sino en el conjunto de nuestras relaciones sociales. José Antonio Sáinz decía: “ las mejores ideas han nacido en el mestizaje”. En la socied ad actual sin el mestizaje, sin la diversidad, estamos cojos y no podemos desarrollar el futuro.
Y sobre el futuro hablé en la Universidad de Burgos, y esta vez sobre “Viajeros en el Siglo XXI”. Nadie es Nostradamus. Por ello la adivinación de cómo serán los viajeros del futuro es pura fantasía. Pero sabemos algo. Sabemos que los viajeros del siglo XXI, serán más exigentes, más experimentales, tendrán una cultura más consolidada, las ideas claras de lo que quieren y no quieren, tendrán más tiempo, más disponibilidad de gusto y buscarán o necesitarán cosas muy distintas de las que hasta hoy han buscado o necesitado. La tecnología jugará un papel esencial, incluso el viaje especial o el viaje virtual será rutinario. Está claro y es seguro que “hoy se nos antoja un sueño lo que mañana será realidad” (L.Carroll).
En los tres actos reinaba el mismo ambiente: enorme ilusión de los recién licenciados por haber terminado sus estudios y temor ante la urgente situación de trabajar o buscar trabajo. En los tres casos concluí mi conferencia recordándoles que había terminado su formación, y ahora empezaba la parte de verdad, lo que correspondía a la vida. La necesidad de aprender cada jornada una nueva lección, la mera formación les iba a acompañar hasta el día ant es de jubilarse.
Y antes de terminar, un toque de música clásica: una coral, un cuarteto, otra coral y el
Gaudeamus final para saborear después el cocktail tradicional de estos actos.
Lo mejor de las clausuras académicas son sin duda los alumnos y sus familias. Me quedo con las caras de padre y abuelos, con la alegría de recibir la beca y el birrete, con el orgullo de cada uno por decir “ya terminé”.
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