Escribo estas líneas desde Hong Kong, inicio de un periplo que me llevará a Fuzhou (provincia de Fujian, frente a Taiwan) y Shanghai, en compañía de una veintena de empresarios y directivos de nuestro país. Este nuevo viaje de trabajo a China (que incluye una visita al CEIBS, la mejor escuela de negocios de Asia, acuerdos comerciales y participar en la inauguración de la nueva oficina de SNIACE en Shanghai) confirma la opinión de José Villaescusa, el consejero delegado de SODERCAN (Sociedad de Desarrollo Regional de Cantabria): “Nadie hoy debería elaborar su Plan Estratégico sin tener en cuenta la realidad china”.
El imperio central (eso es lo que significa China) combina el capitalismo en lo económico, el comunismo en lo político y el confucionismo en lo filosófico, y provoca ante todo SORPRESA.
Y la sorpresa cotiza al alza en el mundo de los negocios, precisamente, porque vivimos lo que Ridderstrale y Nördstrom, los gurús de moda procedentes de Estocolmo, denominan “capitalismo de karaoke” o lo que es lo mismo de imitación: fórmula segura para la mediocridad. Imitar a las empresas que marcan la pauta no es marcar la pauta, en un mundo en el que triunfan las “estrategias de océanos azules”, modelos únicos, que se transforman en la referencia automática en la mente del cliente y convierten la competencia en irrelevante, en meros imitadores. Estrategias de océanos azules son las protagonizadas por los Inditex, Imaginarium, Irízar, iPod, Circo del Sol, House de este mundo. ¿Quién ganó en último festival de Eurovisión? La mayoría no recordamos su nombre, pero sí que se presentaron (máscaras, heavy-metal) de manera diferente. Si hubiéramos enviado a El Koala con su “Opá. Viazé un corral” tal vez hubiera ganado España. Los clientes (votantes, televidentes) no soportan lo ya visto. Es como aquella historia del aristócrata que se casó con una top-model, culta y refinada, que hablaba varios idiomas. Al poco tiempo, se separaron. “No lo entiendo”, se quejó ella, “he dejado una brillante carrera profesional sólo para dedicarme a ti.” “Ya”, respondió el ex marido, “pero es que antes eras divertida. Y ahora me aburro contigo”.
En todo proyecto empresarial deberíamos alcanzar al menos cinco tipos de sorpresa:
Respecto al liderazgo individual, la sorpresa del descubrimiento, a través del desarrollo personalizado. En nuestras compañías abundan los cursos de formación, pero escasea la reflexión, el eureka y la puesta en marcha de acciones para el cambio de comportamientos. El coaching estratégico se ha convertido en una herramienta imprescindible. Si como líder no cuenta con un coach, está compitiendo en desventaja.
Respecto al equipo, la sorpresa de la sinergia. Todo equipo existe para obtener resultados que no podrían conseguir sus integrantes por separado. Ahora bien, el equipo nunca surge de la improvisación. Si ponemos juntos a una serie de personas, no obtendremos un equipo si no comparten una misión, una visión y unos valores, si no conocen -y miden- su diversidad, si no generan confianza entre ellos, si no marcan una serie de reglas de compromiso, si no diseñan y ejecutan un plan de acción. Si no cuenta con auténticos equipos en su empresa, también compite con desventaja.
Respecto a la organización en su conjunto, la sorpresa del compromiso. Las personas se “prometen con” un proyecto ilusionante y/o con líderes creíbles. Por eso la visión de futuro y el ejemplo cotidiano son determinantes. Lo que abunda, desgraciadamente, es la alta rotación, el absentismo emocional o la baja productividad. Sin una estrategia integral de liberación de talento también está en desventaja competitiva.
Respecto al cliente, la sorpresa de la calidad. Superar claramente sus expectativas. En un mundo crecientemente globalizado, la única forma de que Europa sea competitiva es invirtiendo en innovación, en calidad de servicio, en un trato exquisito para clientes exigentes.
Respecto a la sociedad en su conjunto, la sorpresa de la responsabilidad. Hace 35 años, Milton Friedman decía que el único objetivo de una empresa era ganar dinero. Hoy no es suficiente: si las compañías no devuelven a la sociedad parte de lo que han obtenido de ella son penalizadas por los mercados. Sólo los valores aseguran la supervivencia. Sin una adecuada política de Reputación Corporativa Interna también está compitiendo en desventaja.
El principal problema de nuestras organizaciones es que la contabilidad tradicional, la supuesta búsqueda de la eficiencia, la necesidad de control, las jerarquías férreas y la institucionalización de los procesos no invitan precisamente a incorporar la Sorpresa en estos cinco anillos.
¿Quiere aprender cómo sorprender? Venga a China. O vaya a Finlandia, presidenta de la Unión Europea este semestre. Hace 15 años, un pequeño satélite de la Unión Soviética. Hoy, el país más competitivo del mundo, el de mejor educación, el de menor corrupción, el de mayor innovación, el que mejor aprovecha la tecnología y todo ello en condiciones climáticas desfavorables. Por cierto, es el país que ganó el último Eurovisión.
Los ciudadanos toleran todo menos aburrirse. Si analizamos las últimas elecciones catalanas, ejemplo de baja participación, podemos concluir que buena parte de la abstención se explica desde el escaso interés que provocaban los distintos candidatos. ¿Sabrán reinventarse los partidos convencionales en los próximos seis meses para no repetir este fenómeno? Sorpresa, sorpresa. Ese es el quid de la cuestión.
Mientras tomo un descafeinado en The Perfect Cup, aquí en Hong Kong, me asalta (por sorpresa) su pensamiento del día: “Los momentos de felicidad nos pillan por sorpresa. No es que los pongamos a prueba; es que ellos nos ponen a prueba a nosotros”.
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