04 diciembre 2017

Crecimiento vigoroso, sostenible e inclusivo (1)

La productividad multifactorial (MFP) es una medida de eficiencia utilizada para predecir la salud futura de una Entidad o de un país. Los factores que la determinan actúan como un multiplicador de la producción en base a la eficiencia y no al incremento de factores. La MFP está definida en base a tres variables: 1. Calidad directiva; 2. Talento; 3. Innovación y desarrollo. Dentro de este trinomio, la calidad directiva juega un papel principal en la ecuación pues, entre otras, ejerce la función de combinar y coordinar el resto de factores.

El ritmo de crecimiento de una economía o de cualquier Entidad está totalmente correlacionado con la MFP (Managerial Capital and Business R&D as Enablers of Productivity Convergence, OCDE, 2014, de D. Andrews y B. Westmore)

EL 25% de la productividad de una empresa depende de la calidad de sus directivos (N. Bloom, R. Sadun y J. V. Reenen - Management as a Technology) En España, según este informe, el 39% de la productividad total de los factores es debida a la calidad de la gestión. Tener buenos o malos directivos no es neutral.

Sin embargo, la calidad directiva en España no ha dejado de descender en la última década. Los datos del último informe anual de competitividad del Foro Económico de Davos son contundentes: ocupamos el puesto 49 en calidad directiva (a la cola de nuevo de los países de la UE, acumulando un retroceso de más de 20 puestos respecto al año 2007, en el que España se situaba en el puesto 27). Además, ocupamos la posición 92 en eficiencia de nuestro mercado laboral y 69 en utilización eficiente del talento (ranking de 140 países, sobre los 194 existentes en el mundo)

Resulta urgente pues adecuar los procesos de decisión de las Entidades, fundamentalmente en lo referente a la determinación, difusión, articulación, gestión y desarrollo del talento en las mismas, elemento clave para mejorar la eficiencia y adaptarse a las circunstancias de mercado.

La última crisis económica deja la evidencia de que las Entidades grandes y fuertes resisten mejor que el resto los malos tiempos. En este cambio de ciclo, la prioridad de las Entidades vuelve a ser la creación de riqueza y empleo para conseguir un crecimiento vigoroso, sostenible e inclusivo. Es necesario pues contar con directivos capaces de hacer crecer a sus Entidades con alto rendimiento en todos los mercados posibles.

¿Cómo mejorar la calidad directiva?
Unas premisas:
  1. Descubrimiento. No es Davos la única fuente que señala la criticidad de esta oportunidad de mejora, fuentes internas como el Banco de España y otras también lo han puesto de manifiesto. Aceptar la existencia del problema no significa resignarse, sino todo lo contrario, trabajar en la determinación de un plan de acción capaz de revertir la situación en el menor tiempo posible y cumplirlo.
  2. Enfoque. El 39% de la población en España posee algún título universitario (supera la media de la UE y de la OCDE) Según el mencionado informe del Foro Económico de Davos, España ocupa el puesto 2 en tasa bruta de matriculación de secundaria, el puesto 7 en universitaria y el puesto 6 en calidad de las escuelas de negocio. Por consiguiente, la baja calidad directiva no deriva principalmente de una formación inadecuada.
  3. Competencia directiva. Si para identificar el problema es conveniente hablar de calidad directiva, para trabajar por superarlo resulta mejor hacerlo de competencias. Este es el idioma de los equipos de líderes de alto rendimiento. El liderazgo individual no es compatible con organizaciones complejas y dinámicas. Las Entidades que se propongan crecer de manera vigorosa, sostenible e inclusiva necesitan equipos de líderes competentes en todos sus stakeholders para poder dar lo mejor de sí mismas.
  4. Alineamiento. La generalización y priorización de este objetivo en las Entidades, tanto públicas como privadas, crearía el entorno propicio para optimizar el aprovechamiento del esfuerzo. Asimismo, la intensificación de la interdependencia entre Entidades contribuiría de manera significativa a la mejora de la calidad directiva.

El directivo es el empresario del siglo XXI. Un directivo competente es entonces aquél capaz de aprender a desarrollar su talento estratégico al menos a la misma velocidad con que evoluciona su entorno, especialmente al nivel de su responsabilidad, pero también considerando cómo aporta valor al planteamiento estratégico global de la Entidad.

La responsabilidad de la mejora no puede atribuirse ni a la Dirección de RR.HH ni a ninguna dirección en concreto, pues debería abarcar también a la Dirección General y al Consejo. La colaboración de expertos externos en Talent Management contribuiría a garantizar tanto los planteamientos adecuados como el buen fin de los mismos.

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